martes, 14 de agosto de 2012

La Escuela de Atenas





Rafael Sanzio de Urbino - Autorretrato ( 1500 - 1505 )

Raffaello Sanzio ( Urbino, 6 de abril de 1483 – Roma, 7 de abril de 1520 ), también conocido como Rafael de Urbino o, simplemente, como Rafael,  fue un pintor y arquitecto italiano del Alto Renacimiento. Además de su labor pictórica, que sería admirada e imitada durante siglos, realizó importantes aportes en la arquitectura y, como inspector de antigüedades, se interesó en el estudio y conservación de los vestigios grecorromanos.

Hijo de un pintor de modesta relevancia, fue considerado un niño prodigio por su precoz habilidad y al quedar huérfano se formó en los talleres de varios artistas de prestigio. A los 25 años obtuvo su primer encargo oficial, la decoración de las Estancias Vaticanas, donde pintó algunos frescos como La escuela de Atenas, considerado una de sus obras cumbre. Junto con Miguel Ángel y Leonardo da Vinci forma el trío de los grandes maestros del período.

Nació en Viernes Santo y falleció en esta misma festividad el día que cumplió 37 años. Fue un artista muy productivo, en parte gracias a que dirigió un taller conformado por numerosos colaboradores, a pesar de su muerte prematura, dejó una extensa obra que en gran parte aún se conserva. La mayor parte de su trabajo está alojado en los Museos Vaticanos, ya que decoró con frescos las habitaciones conocidas como las Estancias de Rafael, el principal encargo de su carrera, que quedó sin terminar a causa de su muerte y fue completado por ayudantes.

Después de su muerte, la influencia de su principal rival, Miguel Ángel, se intensificó hasta los siglos XVIII y XIX, cuando las cualidades más serenas y armoniosas de Rafael, fueron consideradas de nuevo como un modelo superior.

Su carrera se dividió de manera natural en tres fases y tres estilos, sus primeros años en Umbría, el periodo posterior de cuatro años en Florencia (1504-1508), donde absorbió las tradiciones artísticas de la ciudad, y finalmente su último y triunfal período de doce años en Roma, trabajando para los papas y su corte




LA ESCUELA DE ATENAS 
Rafael Sanzio -1509 -1511 - Pintura al fresco 
Estancia de la Signatura, Palacios vaticanos, Roma 
Pintura del Renacimiento. Clasicismo del "Cinquecento"

 Giuliano della Rovere, recién elegido papa en 1503, adoptó el nombre de Julio II y se instaló en el Vaticano. En 1508 llamó a Roma a Rafael, ofreciéndole un importante trabajo a realizar especialmente en tres grandes salas: la llamada Estancia de la Signatura, lugar de reunión del Tribunal de Derecho Canónico y Civil, en realidad cuarto de estudio y biblioteca privada del papa, la Estancia de Heliodoro, sala de audiencias y antecámara del estudio personal de Julio II, y la Sala del Incendio del Borgo, sede del Tribunal de la Signatura y después comedor privado de su sucesor León X. Para llevar a cabo su proyecto, Julio II no vaciló en demoler la decoración anteriormente iniciada por artistas de la talla de Baldassare Peruzzi, Lorenzo Lotto, Il Sodoma y Bramantino. 




La escuela de Atenas es una de las pinturas más famosas del artista Rafael Sanzio. Fue hecha en boceto entre 1509 y 1510 y pintada entre 1510 y 1512 como parte de una comisión para decorar con frescos las habitaciones que hoy en día son conocidas como las estancias de Rafael, ubicadas en el Vaticano. La Stanza della Segnatura fue la primera en ser decorada, y La escuela de Atenas la segunda pintura en ser finalizada, tras La disputa del Sacramento.

Su base es de 7,70 m y su altura de 5,00 m. Está situada frente a la Disputa del Sacramento. Representa la Filosofía, a través de una escena en la que se narra una sesión entre los filósofos clásicos. En esta obra, Rafael adapta el espacio a las leyes de la superficie. Ordena las figuras de izquierda a derecha. La perspectiva queda rota por los muros laterales sobresalientes.

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Los trabajos de Rafael y todo su equipo comenzaron en 1509 en la Estancia de la Signatura con un culto y ambicioso programa iconográfico que vino a convertirse en algo tradicional en la decoración de bibliotecas, con cada una de las cuatro paredes dedicada a una facultad de las ciencias de aquella época: Teología, Filosofía, Derecho y Poesía. El programa presentado por la genialidad de Rafael no podía ser más acertado, con grandes tondos en la bóveda del techo en los que aparecen las alegorías de cada una de estas ciencias, que tienen su correspondencia en los grandes paneles de los muros, donde Rafael ha agrupado, de forma arbitraria, a los mayores representantes de cada materia a lo largo de la Historia, haciéndoles participar de una misma escena.

La primera de ellas realizada fue precisamente La Escuela de Atenas, dedicada a la Filosofía, cuyo éxito hizo que el papa le confiara la totalidad de la decoración, dando lugar a un conjunto pictórico impresionante, equiparable, por su creatividad y calidad de ejecución, a los frescos que Miguel Ángel realizaba en ese tiempo en la Capilla Sixtina.

Para componer la escena, Rafael viene a recrear un ambiente de la antigüedad clásica en el que aparecen unificados los más célebres personajes de las distintas ramas filosóficas, que parecen deambular exponiendo sus pensamientos en el marco de una escuela de filosofía (posiblemente evocando el Templo de la Filosofía de Marsilio Ficino), unos en pleno debate y formando pequeños grupos, otros aislados y sumidos en sus pensamientos.


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Con una maestría incomparable Rafael diseñó un espacio convincente y alegórico en el que ubicaría después a los distintos personajes. El grandilocuente marco es el interior de un edificio de grandes proporciones en el que predominan elementos de arquitectura clásica tardorromana, entre los que aparecen elementos característicos utilizados por Bramante. Con ello Rafael rinde un sutil homenaje a su amigo, el arquitecto que le había introducido en el ambiente laboral de Roma cuando contaba 25 años de edad. De modo que el interior arquitectónico ideado por Rafael está en estrecha relación con el momento constructivo de la basílica de San Pedro en que trabajaba Bramante cuando se realizan las pinturas, antes de que Miguel Ángel aportara la solución para cerrar la cúpula. Por otra parte, la carencia de cubiertas en la monumental construcción permite la entrada de una luz potente que baña la escena creando un refinado juego de claroscuros, todo ello con un dominio total en el trabajo de perspectiva que hace la escena creíble y veraz. 

Pero este espacio basilical adquiere nuevos valores al aparecer ocupando las hornacinas de la embocadura de la nave central esculturas monumentales de deidades clásicas que adquieren un gran valor simbólico. A la izquierda aparece el dios Apolo portando la lira. El dios del Sol representa la luz para conseguir la armonía y el conocimiento filosófico, con lo que se convierte en el dios de la Razón. Su figura es esbelta, bella y sinuosa, ofreciendo la verdad de la desnudez a través de una elegante postura de contrapposto, no ajena al esclavo moribundo que hiciera Miguel Ángel para la tumba de Julio II. La hornacina derecha está ocupada por Atenea, señora de la guerra y la paz, encarnación de la Sabiduría y patrona de las instituciones dedicadas al conocimiento, el saber y la creación artística. Ambos amparan y protegen al grupo de sabios pensadores diseminados entre unas escalinatas que establecen dos planos de altura.



Platón y Aristóteles

La escena guarda algunas sorpresas en la recreación de los grandes pensadores, pues en muchos de ellos Rafael incluyó retratos de personajes contemporáneos, incluyéndose a sí mismo, por lo que la pintura aporta matices documentales. Con múltiples personajes dispuestos a un eje de simetría, la escena gira en torno a las ideas de dos grandes filósofos griegos: Platón, representante de la filosofía abstracta y teórica, y Aristóteles, máxima figura de la filosofía natural y empírica. Ambos ocupan el centro de la composición con actitudes complementarias y establecen el debate a través de su cruce de miradas. Platón está representado con los rasgos de Leonardo da Vinci, con su dedo elevado señalando la fuente de inspiración superior, mientras en su mano izquierda sujeta el Timeo, obra en la que manifestó sus teorías sobre el origen del cosmos y su creación por un ser superior. En claro contrapunto, Aristóteles señala con su mano a la tierra como punto de partida de todas las ciencias naturales y sostiene la Ética, obra en la que recogió sus experiencias. Ambos personajes y los razonamientos expresados por sus gestos causan admiración entre filósofos de distintas edades colocados a sus lados. 



Alejandro Magno, Esquines,  ( apoyando  la cabeza en la mano ) Jonofonte y Sócrates

Próximo a Platón se encuentra Sócrates, su maestro, representado como un anciano calvo, con largas barbas, arropado de un manto púrpura y con gesto ensimismado, evocando que la esencia de su filosofía es la duda y el análisis. Junto a él, un grupo de personajes jóvenes mantienen una conversación. Con una túnica aceitunada parece Jenofonte, enumerando con los dedos las cuatro fases por él propuestas para llegar al diálogo filosófico: geometría, astronomía, aritmética y estereometría. Sus razonamientos son escuchados por Esquines, discípulo de Sócrates, historiador y militar, junto al que se halla Alejandro Magno, discípulo de Aristóteles y rey de Macedonia, que aparece armado en su condición militar.




Zenón de Elea, con barba blanca y Epicuro

Zenón de Elea, discípulo de Parménides y autor de controvertidas paradojas detrás de un niño que sujeta un libro sobre el basamento de una columna en el que lee Epicuro, promotor del hedonismo racional y el atomismo, que aparece coronado de pámpanos. 



Hypatia y Parménides

Detrás de Telange, aparece la elegante figura de Hypatia de Alejandría, filósofa platónica y matemática, y Parménides, que señala sus escritos sobre la vía de la verdad.



Averroes con turbante, Anaximandro, Pitágoras y Telange aguantando la pizarra.

Pitágoras, personaliza los valores de la Aritmética y la Música, en gesto de escribir sus teorías en un libro de acuerdo a las anotaciones que en una pizarra sostiene Telange. Interesado en lo que escribe se muestran Anaximandro, pensador de lo indefinido e indeterminado, y el cordobés Averroes, maestro de filosofía y leyes islámicas, matemático, astrónomo y médico. 



Heráclito

Se encuentra apoyado en un gran bloque de piedra cuyo significado puede estar conectado con la Primera epístola de Pedro; simboliza a Cristo, la "piedra angular". El hombre ubicado sobre el bloque es Heráclito, con los rasgos de Miguel Ángel. Este personaje no estaba en el esbozo o cartón de este fresco, que se conserva en la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Se retrata en esta figura a Miguel Ángel, como se ve en el rostro, que es el del pintor florentino ligeramente mejorado, además de en las características stivali que calza: eran unas botas de montar que el pintor florentino no solía quitarse; está escribiendo uno de sus sonetos. Un artista con el que Rafael no mantenía buenas relaciones personales. El hecho de que en un dibujo preparatorio de esta pintura no figure este personaje, se ha interpretado como un homenaje al artista después de haber contemplado Rafael en 1510, el trabajo de Miguel Ángel en la bóveda de la Capilla Sixtina, tras esto lo agregó en su pintura como señal de respeto hacia el artista. Al tiempo, esta figura evita un gran vacío en esa parte del fresco.



Diógenes

Recostado en la escalinata, casi en el centro, se halla Diógenes, que lee un papel. Representa al hombre que despreciaba todos los bienes terrenales y la forma de vida materialista, hasta el punto de llegar a vivir en un tonel y ser apodado por sus vecinos como "el perro".



Euclides

Otro grupo muy bien definido queda determinado en primer plano en la parte derecha. Un papel destacado tiene Euclides, discípulo de Sócrates, que con los rasgos del arquitecto Bramante aparece agachado, rodeado de jóvenes y midiendo una figura geométrica sobre una pizarra con un compás.



Zoroastro, Ptolomeo, Rafael y Perugino ( o Giovanni Bazzi - el Sodoma )

Vuelto de espaldas, con una toga color calabaza y portando el globo terráqueo se encuentra Ptolomeo, al que por entonces se identificaba con la dinastía faraónica, autor de la teoría de que la Tierra era el centro del universo. Frente a él Zoroastro porta la esfera celeste. Junto a estos astrónomos incluye, semiocultos por un pilar, un retrato del pintor Giovanni Antonio Bazzi, más conocido como Il Sodoma, con un manto y un gorro blanco, junto al que asoma un autorretrato del propio Rafael, que muestra su fisionomía cuando realizó esta obra



Detalle - Ptolomeo ( de espaldas ) Rafael y Perugino ( o EL Sodoma - Giovanni Bazzi )



Plotino y Homero

Se ha identificado al poeta Homero, caracterizado como un anciano con un bastón, y a su lado Plotino, representante de la mística y la metafísica


De este modo la escena en la que se acumula la sabiduría humana y la especulación sobre la existencia se convierte en un discurso mental que intenta aportar la idea de concordancia entre los grandes pensadores de la antigüedad, que tuvieron gran incidencia en la filosofía y la ciencia, y la doctrina proclamada por la Iglesia, un fenómeno conocido como la Concordatio. Este concepto fue reflejado por algunos artistas del Renacimiento, que encontraron en aquellos célebres pensadores, pilares de la cultura occidental, un alter ego en su capacidad para concebir una idea que después debían representar plásticamente, hecho que confería al arte el carácter de actividad intelectual. Merced a este cambio de mentalidad, operada en el Renacimiento, el trabajo desarrollado por pintores y escultores llegó a ser considerado en el ámbito social como un ejercicio intelectual, dejando atrás la consideración de artesanos que los creadores del arte tuvieron durante la Edad Media. 

Muchas gracias a J.M.Travieso por su desarrollo




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